Esto era lo que se veía a través de mi ventana en Florencia y, aunque no sea una vista de película ni la típica imagen que nos venden en las postales, era una de mis vistas favoritas.
Por encima de resultados, de partidos aburridos o peor, de arbitrajes, de lo que pasa en el césped al fin y al cabo, me encantan los derbis por el fenómeno social que representan.
Me encantan los derbis, los de verdad, los que se juegan entre equipos de la misma ciudad. Compañeras de trabajo recibiendo carga por la derrota o la oveja negra de la familia sintiéndose superior al resto.
Existe gente que se puede camuflar con la población autóctona de algunas ciudades bien porque no llevan cámaras ni mapas o bien porque su piel es más parecida a la de la gente que trabaja en el zoco que a la de la gente que se baja de los barcos. Luego, cuando llega la hora del regateo, se esfuma cualquier atisbo de duda y se convierte en un completo turista.
Conocí a una morena que revienta las mañanas con las botas de su suerte al caminar las aceras plastilina y a su paso desafina dulcemente pa que yo pueda afinar